La curiosidad como motor de cambio

La curiosidad como motor de cambio: una historia de aprendizaje constante

Si echo la vista atrás, reconozco un patrón en mi trayectoria profesional: he ido avanzando gracias a mi afán por aprender, por seguir creciendo, por probar áreas diferentes y no quedarme anclado en lo que, a simple vista, parecía “lo seguro”.

Y lo mejor es que, a día de hoy, sigo diciendo que sí a esos nuevos retos, sean del tipo que sean.

Mi andadura profesional empezó con la formación universitaria, como es lógico. Aquello me abrió las puertas de Hewlett-Packard en 1992 donde estuve cuatro años: dos de becario y otros dos como contractor. Después llegó Telefónica, de 1997 a 2000, donde estuve desarrollando proyectos B2B que me empujaron a especializarme aún más en marketing y tecnología.

Cada paso fue un salto fuera de mi zona de confort, afrontando proyectos en un entorno de constante evolución y sumergiéndome en aprendizajes que, a la larga, me serían muy útiles en el sector del turismo y en la consultoría digital.

Pero mi curiosidad iba más allá: en cada nueva empresa o rol, me empeñaba en buscar formas de seguir formándome. Ya fuese a través de cursos, lecturas, seminarios o intercambiando ideas con profesionales de otros ámbitos, siempre me preguntaba “¿Qué más hay ahí fuera que aún no conozco?”.

Ese fue el punto de partida para recalar después en compañías como Sun Microsystems (2000-2005), Nh Hoteles (2005-2010) y  Amadeus (2010-2016) y para sumergirme en sectores tan diversos como el turismo o la formación empresarial.

En los siguientes años emprendí el camino de la exploración y el aprendizaje trabajando en varias empresas como una startup ecommerce (regalador.com), unas bodegas (Solar de Samaniego), una empresa de retail de lujo (Value Retail – Las Rozas Village), una escuela de negocios digitales (ISDI) y otra startup de MarTech… Todas ellas experiencias enriquecedoras en mi trayectoria profesional y en mi carrera por seguir aprendiendo.

A la vez, descubrí algo todavía más apasionante: compartir todo lo aprendido. De ahí surgió mi vocación docente. ¿Qué puede ser más gratificante que abrir los ojos de futuros profesionales a un mundo lleno de oportunidades y posibilidades en marketing y transformación digital?

A principios de 2022 encontré en la formación y en la consultoría un espacio para canalizar esa inquietud por aprender, porque enseñar también implica estar al día, mejorar y cuestionar continuamente lo que sabes.

Y aquí viene la gran lección: nunca sabes dónde vas a aplicar lo que aprendes. Hubo un momento en mi carrera en el que pensé que ya lo había visto todo: ventas, desarrollo de negocio, dirección de marketing en entornos B2B y B2C, aperturas de hoteles de lujo, liderazgo de equipos internacionales…

Pero la realidad me demostró que nadie deja de necesitar nuevas habilidades, porque el mundo no se queda quieto. Lo vi en primera persona al entrar en proyectos en los que, para triunfar, no bastaba con mi experiencia previa: requerían profundizar en CRM, BI, IA, inbound marketing, analítica avanzada… y la lista sigue creciendo.

Es precisamente esa mentalidad de “aprendiz” la que me ha permitido evolucionar y adaptarme a cada reto que se ha presentado.

El marketing, la consultoría y la docencia son campos vivos, dinámicos, en los que lo aprendido hace un año puede quedarse obsoleto en cuestión de meses si no mantienes los ojos abiertos.

Por eso, la formación —tanto la reglada como la que uno se busca por iniciativa propia— me ha dado la flexibilidad para moverme entre sectores que, en apariencia, no tenían nada que ver entre sí, como el lujo, la hotelería, la tecnología o la educación.

Cuando miro a mi alrededor y veo gente que pospone sus sueños con el argumento de que “ya no están en edad de estudiar” o que “ya lo saben todo”, no puedo evitar esbozar una sonrisa.

Nunca se es demasiado mayor, ni se sabe tanto como para no aprender algo nuevo hoy mismo. Si mi trayectoria te cuenta algo, es esto: cada nuevo conocimiento es un trampolín que te puede llevar a la siguiente oportunidad.

Así que, la próxima vez que te propongan ese curso que te parece difícil o esa especialidad que te suena a chino, di que sí. No pienses en tu edad ni en si encaja a la perfección con tu formación previa; piensa en la versión de ti mismo que saldrá de ahí con ganas de seguir subiendo peldaños.

En mi experiencia, las mejores puertas siempre se han abierto gracias a un sí nacido de la curiosidad y las ganas de aprender. Y, créeme, no hay nada más emocionante que levantarte cada mañana sabiendo que aún te queda muchísimo por descubrir. ¡A por ello!

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